Los nazis de ahora
Xosé Manuel Beiras - SinPermiso
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Si, sin duda ninguna, el Estado sionista de Israel es la ciudadela kafkiana de los nazis de ahora en el extremo mediterráneo de ‘Occidente’. Y ‘Occidente’ sigue bailando el rigodón con él, como hizo antaño con Mussolini e Hitler. Hasta la consumación de este otro Apocalipsis.
Sí, sin ninguna duda. El martes pasado, Miguel Anxo Fernán Vello rotulaba con la interrogación “Israel, ¿Estado asesino? Un valiente artículo de urgencia en Galicia Hoxe referido al ataque asesino del ejército israelí con la pacifista ‘Flotilla de la libertad’ que trataba de llevar ayuda humanitaria a la población palestina sometida al bloqueo de Gaza por el Estado sionista. Ese texto, calificaba de ‘judeo-nazi’ al actual ministro de Asuntos exteriores israelí. No era un insulto, sino una definición –como diría Valle Inclán. Una definición acuñada precisamente, hace ya decenios, por un egregio israelí, Yeshayahu Leibowitz, a quien citaba Miguel Anxo. Pero parece que hubo un lector que se indignó; obviamente, ni había leído a Valle, ni tenía luces para discernir su bien didáctica distinción. Cortésmente, al día siguiente, Fernán Vello, como réplica dio una bien documentada y contundente lección sobre el término ‘judeo-nazi’, del destacable filósofo y científico judío que la había acuñado, del aterrador retrato de tal ministro hecho por otro profesor también judío especialista en totalitarismo, e incluso nos recordó que, hace ya más de seis decenios, un conjunto de intelectuales judíos de bien, encabezados por Einstein y Hannah Arendt, definieron al partido sionista de Menahem Beguin como “estrictamente emparentado con los partidos nazifascistas”. Así que la cosa viene de lejos. Que fueron los propios judíos demócratas quienes desde hace tiempo dieron la voz de alarma. Y que, sí, sin ninguna duda, los gobernantes del Estado sionista de Israel son los nazis actuales.
No sólo ellos, claro está. También si cabe los Bush de Falcon Crest, señor y junior. Me refiero, por supuesto, a la saga de la ‘familia’ de la que forman parte, fundada por la pareja Reagan-Thatcher e integrada por su progenie, por su ‘prole’ inversa a la del proletariado, la de los ‘monsters’ que desde entonces rigen los destinos de todo el planeta. Yo me atreví a definirlos así hace ya casi veinte años. Así quiere decir, como ‘nazis’, lo de ‘monsters’ va tácitamente implícito en la definición. Fue la misma noche que en que estalló la primera guerra ‘del golfo’ en la madrugada del 25 de enero de 1991. La “guerra de los nuevos nazis actuales” la denominé en el artículo que escribí, insomne de indignación, también en aquella misma madrugada, con el título de un aria de Mozart ‘Mia speranza adorata’. Acababan de empezar las celebraciones del doscientos aniversario de su muerte y, súbitamente, aquella noche, la imagen de Mitterrand, entonces presidente de Francia, apareció en la pantalla de los televisores con solemne expresión cadavérica, y lacónicamente lanzó la famosa sentencia: ´maintenant, les armes vont parler’, “convirtiendo el prometido y anunciado año Mozart en el año de la guerra de los nuevos nazis actuales, de la guerra del desvarío contra la razón, del absurdo contra la belleza, de la soberbia contra la dignidad humana”.
Llevamos ya todo un tercio de siglo padeciendo la emergencia de mutaciones morfológicas del fascismo, metástasis de los nazifascismos brotados en otros tiempos como fleurs du mal anti-poéticas, en la fase de’ caos sistémico’ del llamado período de entreguerras, desde la primera mundial del 14-18, hasta el Apocalipsis del 39-45. El proceso actual coincide, esta vez, con la entronización del reaccionario neo-liberalismo globalizador como “deus-ex-machina” de la crisis sistémica desencadenada a comienzos de los años setenta y que aún dura.
En aquel momento, en el primer tercio del XX, los nazifascismos, tanto como fenómeno socio-ideológico, cuanto como regímenes políticos, fueron la fórmula arbitrada por el gran capital –simbiosis del industrial y el bancario- para hacer frente al ascenso del poder del proletariado en el centro y también en la periferia del sistema, y también para dotarse las potencias emergentes derrotadas en el 18, del instrumental político eficaz en la disputa por la hegemonía en el sistema-mundo frente a la potencia en declive, la Gran Bretaña. El nexo medular entre fascismo y gran capital fue en su momento lúcidamente revelado por Daniel Guérin: “Entre fascismo y gran capital el vínculo es tan íntimo que el día en que el gran capital le retira su apoyo, eso viene a ser, para el fascismo, el principio del fín”. Y así fue, desde que, además de la férrea resistencia de la URSS, decidió tomar partido la nueva potencia hegemónica EE.UU. Pero, ahora la estructura del sistema en crisis es muy distinta de la de los años treinta: está globalizada y hegemonizada por un capital financiero transnacionalizado, pero eso sí, con el corazón siempre en la metrópoli yanqui. Y correlativamente cambió la morfología del nazifascismo instrumentalmente útil en esta nueva etapa.
Hace aún pocos días, el ‘Altermundo’ que dirige Manoel Santos, y que se imprime mensualmente como suplemento de Galicia Hoxe, publicaba un artículo del gran sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos, una de las cabezas pensantes con mayor incidencia y prestigio en el universo antisistémicos de los FSM (Foro Social Mundial). Precisamente se titula: ‘El fascismo financiero’. En él evoca y reproduce parcialmente meditaciones suyas de hace un decenio. He aquí algunas. “Considero que una de las señales de la crisis de la democracia es la emergencia del fascismo social. No se trata del regreso al fascismo del siglo pasado. No se trata de un régimen político, sino más bien de un régimen social. En vez de sacrificar la democracia a las exigencias del capitalismo, promueve una versión empobrecida de la democracia que vuelve inútil e incluso inconveniente el sacrificio. Así pues, se trata de una fascismo ‘pluralista’ y por ello, de una forma de fascismo que nunca existió”. Una de las formas de ‘sociabilidad fascista’ identificada por Sousa Santos es por supuesto el ‘fascismo financiero’: “y si acaso el más virulento. (…) (Su) virulencia reside en su potencial de destrucción, en su capacidad para lanzar al abismo de la exclusión a países enteros pobres”. Y “es también el más agresivo, porque su espacio-tiempo es el más refractario a cualquier intervención democrática. (…) prácticamente incontrolable pese al poder suficiente para desequilibrar, en segundos, la economía real o la estabilidad política de cualquier país” Por cierto que acaba con ironía: “Escribía esto pensando en los países del llamado Tercer Mundo. No podía siquiera imaginar que fuese a recuperarlo al pensar en países de la UE”.
Pero más allá de las raíces socioeconómicas y de clase de los nazifascismos, están sus dimensiones xenófobas, racistas, etnocidas y genocidas. Las que, en la versión nazi-hitleriana, entronizaron el racismo ‘ario’, determinaron la aberrante estrategia del exterminio de los ‘untermenschen’, los ‘subhumanos’ judíos, gitanos y eslavos, y desembocaron en el Apocalipsis de la ‘solución final’, el espeluznante genocidio padecido muy principalmente por los judíos europeos. Incluso, la memoria de esa tragedia, perenne vergüenza en la conciencia de la humanidad, vuelve aún más rechazable el proceso freudiano de metamorfosis de la víctima en verdugo protagonizado desde hace medio siglo hasta hoy mismo por el Estado sionista de Israel, con la delictiva complicidad activa de EE.UU. y de su vasallo europeo, la UE. Un Estado confesional integrista creado con la coartada de ‘limpiar’ la mala conciencia de un ‘Occidente’ que bailó el rigodón con los nazifascismos de los años treinta, en vez de aislarlosy asfixiarlos cuando aún era tiempo de evitar el Apocalipsis. Un estado belicista instalado a las puertas de un ‘espacio vital’ para este IV Reich de ‘fascismo pluralista’ que es el imperial sistema-mundo globalizado, con la tarea de garantizar, mediante la amenaza y la violencia, la expoliación de los recursos energéticos vitales que ese espacio sustenta. Un Estado racista que lleva medio siglo insistiendo en la expropiación del territorio e incluso, a poder ser, en el exterminio del pueblo palestino, el Cristo de nuestros días.
Si, sin duda ninguna, el Estado sionista de Israel es la ciudadela kafkiana de los nazis de ahora en el extremo mediterráneo de ‘Occidente’. Y ‘Occidente’ sigue bailando el rigodón con él, como hizo antaño con Mussolini e Hitler. Hasta la consumación de este otro Apocalipsis.
Xosé-Manuel Beiras, miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO, es el más destacado dirigente de la izquierda nacionalista gallega. Profesor de economía en la Universidad de Santiago de Compostela, ha sido uno de los políticos más sólidos, imaginativos e independientes de la izquierda durante la transición política en el Reino de España.
Traducción para www.sinpermiso.info: Ramón Sánchez Tabares
Galicia Hoxe, 9 junio 2010